Buscando proyectos para mis vacaciones estivales, me llegó un
mensaje de Ester, “nos vamos Mario y yo a hacer la Pedals de Foc,
¿te vienes?”. No me lo pensé mucho, había entrenado para esa
carrera a uno de mis deportistas, Emilio, en su modalidad nonstop y
ya me eran familiares muchos aspectos de la travesía: Pirineos,
puertos largos y espectaculares... ¡me sobran motivos! Cualquier
excusa es buena para volver a Pirineos y disfrutar de sus montañas.
Y
allí estábamos por fin, a la altura del Refugio de Conangles
después del túnel de Vielha, dispuestos a recorrer más de 200 km y
6000 metros positivos en cinco días. Además
era mi cumpleaños por lo que me encontraba feliz de celebrarlo de la
mejor manera, en buena compañía y en uno de los rincones más
bellos de la península ibérica, a lomos de mi bicicleta de
carretera.
Y
ya estábamos en marcha, en seguida nos dimos cuenta de dónde
estábamos al encontrarnos un par de enormes cascadas de obligada
pose fotográfica, y
también me di cuenta de con quién me había ido de viaje porque en
este caso eran cascadas de paridas lo que generábamos, como el
“Jesuchrist Bikestar” que creamos para cada vez que “caminábamos”
entre las aguas de los riachuelos pirenaicos.
Una
vez pasado el Embalse de Senet, los tramos se volvieron de marcado
descenso, con zonas técnicas de piedra suelta hasta dar con la
Noguera Ribagorçana que nos acompañaría hasta nuestro primer punto
de control en Vilaller, certificamos nuestro paso con un sello en
nuestro libro de ruta. Después de una pequeña parada, encaramos el
primer puerto de la jornada, el Coll de Serreres, una subida por
buena pista y una pendiente media que conseguía calentarnos las
piernas. Una vez coronado, nos metimos por senda bastante técnica
con escalones que nos obligaban a ralentizar la marcha (por lo menos
a mi y a mi particular habilidad ciclística, porque Mario volaba
sobre las piedras). Aun
así, valió la pena, las vistas desde la senda nos quitaron el
aliento y nos dieron fuerzas para seguir rodando.
Llegados
a Cóll, tocamos
carretera y vuelta a subir hasta Iran, todo por asfalto y curvas
cerradas, con el premio de un buen plato de pasta en el segundo punto
de control. Aquí nos juntamos con otros ciclistas que estaban
haciendo la misma travesía y que nos acompañaron en nuestras
andanzas hasta el cuarto día. Ya quedaba poco para el fin de la
jornada y coronamos el Coll de Sant Salvador, donde el espectacular
mirador nos brindó una hermosa imagen del macizo de la Maladeta y su
principal pico el Aneto.
Finalmente, tuve mi tarta, ya que nuestro fin de jornada era en
Go...tarta. Como la parida lo merecía, me hice una foto comiéndome
el cartel del pueblo, ¡¡¡vaya cumple más brutal!!!
Acto seguido se mostraba otra parte de la travesía con la que no
contaba, la estancia era un espacioso apartamento y la cena resultó
sencillamente exquisita, con buen vino y grandes conversaciones, para
acabar buscando estrellas en la noche pirenaica.
Segunda jornada ciclística con las
energías renovadas y con un día fresco y tapado que hacía más
agradable el esfuerzo. Pronto
llegamos al tercer punto de control en Castellars para seguir
subiendo por una sucesión de puertos, a cada cual más paisajístico.
A ritmo tranquilo pero constante pasamos la Collada dels Tossalets y
el Coll de Fades, para acabar coronando en el Coll de Sas y sus 1484
m de altura. Tras un agradable descenso, llegamos Les Esglésies,
cuatro punto de control donde repusimos fuerzas con unos bocatas a
precio de oro mientras seguían bajando las temperaturas y se ponía
a llover.
El capítulo siguiente tuvo como protagonista el Coll d'Oli a 1529 m,
el puerto más duro de la travesía en cuanto a pendiente media se
trataba. Cuando pensabas que una rampa durísima e interminable ya
había acabado, a la siguiente curva aparecía otra igual o más
dura, hasta ponernos las pulsaciones en números muy interesantes. La
bajada hasta Oveix se tornó interminable por su baja ciclabilidad,
pero nos dio tiempo a ir esquivando nuestras primeras vacas o a
observar la impresionante combatividad de Ester adelantando a quien
se le pusiera por delante...
Ya metidos en la Vall Fosca, llamada así por las pocas horas de luz
de las que disfrutan en la zona, nos quedaba un ascenso de 200 m por
carretera donde Ester dio un buen hachazo que me hizo descolgarme
unos cuantos metros hasta que volví a coger ritmo de rodada.
En Espuí acababa nuestra jornada
con una buena cerveza y una charla peculiar con el hostalero. Después
de la ducha y un infructuoso intento de putearle la siesta a Mario,
visitamos la Central Hidroeléctrica de Capdella, toda una obra de
ingeniería que revolucionó la vida de los lugareños y de toda la
sociedad catalana. Después de una cena más que abundante, tocaba
descansar, nos esperaba el Triador.
3ª
etapa: Espui – Son del Pi
Se levantaba un día muy nuboso después de haber estado lloviendo toda la noche. Hoy sí que sí, tocaba subir la Collada del Triador a 2114 m de altura, casi 1000 m de desnivel de puerto en 14 kilómetros, unos kilómetros que valieron su peso en oro porque cuanto más ascendías, más respirabas la alta montaña y la sensación de estar subiendo más alto que nunca con una bicicleta se incrementaba por ver que estábamos por encima de las nubes. Fueron más de dos horas de constante ascenso, de miradas atónitas al horizonte, de registro de imágenes no solo en nuestras máquinas sino también en nuestras retinas, unas vistas con las que soñaremos y recordaremos cada día que pensemos en lo hermosos que son los deportes de montaña y lo grande que es la naturaleza por dejarnos disfrutar de sus creaciones.
Se levantaba un día muy nuboso después de haber estado lloviendo toda la noche. Hoy sí que sí, tocaba subir la Collada del Triador a 2114 m de altura, casi 1000 m de desnivel de puerto en 14 kilómetros, unos kilómetros que valieron su peso en oro porque cuanto más ascendías, más respirabas la alta montaña y la sensación de estar subiendo más alto que nunca con una bicicleta se incrementaba por ver que estábamos por encima de las nubes. Fueron más de dos horas de constante ascenso, de miradas atónitas al horizonte, de registro de imágenes no solo en nuestras máquinas sino también en nuestras retinas, unas vistas con las que soñaremos y recordaremos cada día que pensemos en lo hermosos que son los deportes de montaña y lo grande que es la naturaleza por dejarnos disfrutar de sus creaciones.
Una vez coronado el Triador, empezamos el sube baja observando la
Vall d'Assua, llena de vacas y de caballos salvajes que observaban
impasibles nuestro recorrido, praderas pirenaicas rebosantes de verde
y de agua de deshielo y lluvia. Seguimos hasta la Portella, cumbre de
la Pedals de Foc con 2265 m, donde alzamos nuestras bicis en homenaje
a nuestro esfuerzo como deportistas y a la montaña que se presenta
tan bella ante nosotros. Superado la Collada des Mentides, empezaba
un vertiginoso descenso hasta Espot por pistas y caminos de la
estación de esquí. Después de alguna duda en la elección de
camino, llegamos donde pensábamos al principio que era el fin de
jornada, en Espot. Finalmente nos quedaba más de una hora de
trayecto por lo que nos juntamos todos los compañeros de esta gran
aventura a disfrutar de una buena comida antes de proseguir la ruta.
El trayecto hasta Son se inició con un “teletransporte” hasta
Perú, al ver una local con un atuendo que nos hizo viajar
mentalmente unos cuantos kilómetros más. Las pocas rampas que
quedaban se hicieron duras e incómodas al ubicarse al final de la
jornada. Finalmente, la localidad de Son del Pi nos acogía para
finalizar la tercera jornada.
4ª jornada: Son del Pi – Montgarri
Me despierto de golpe, ¿son las ganas de reemprender la ruta? También, pero el motivo principal ha sido que Ester ha decidido hacer la croqueta por encima mía y de Mario. No hay nada como despertarse con un rodillo humano que te aplasta...
Con casi todo el desnivel acumulado salvado, nos quedaba un trayecto
en ascenso bastante suave siguiendo la Noguera Pallaresa, no antes
sin pasar por el impresionante Bosc del Gerdar, toda una explosión
de tonalidades verdes y senderos poco transitados hasta llegar al
Refugi del Gerdar, el primer sitio pirenaico del que tengo grandes
recuerdos.
Otra vez en el asfalto, al ver el poco kilometraje que quedaba, nos
lo tomamos con mucha calma remojando nuestros pies en el río y
haciéndonos un almuerzo de lujo en Isil.
Otra vez en marcha, nos adentramos en el Parc Natural de l'Alt
Pirineu, un entorno muy popular con bastante trasiego de ciclistas y
de montañeros dispuestos a disfrutar del extenso río. En una de sus
playas hicimos la siguiente parada técnica, para disfrutar de la
tranquilidad y el buen tiempo.
Unas rampas más y llegamos al Refugi Amics de Montgarri, una antigua
abadía reformada para uso y disfrute de los montañeros. Aquí
pudimos disfrutan del típico ambiente de refugio y pudimos comprobar
las grandes dotes de Ester con el francés gracias a lo cual hizo un
curioso amigo del que apenas pudimos saber qué hacía allí...¡algo
sobre unos amigos y unos Jeeps!
5ª jornada: Montgarri – Vielha
Breve última jornada con un recorrido pistero hasta el Pla de Beret
para comenzar un técnico descenso hasta Bagergue donde se produjo el
único pinchazo de la travesía, ¡casi acabando! Unos tramos
técnicos más nos dejando en Unha y Gessa donde ya nos quedaba un
plácido trayecto hasta Vielha, saboreando la gran aventura que
habíamos completado sin ningún percance y disfrutando de nuestra
pasión por el deporte de aventura en toda su extensión... Acto
seguido, recibiendo nuestros regalos por completar la travesía ya
pensábamos “¿Qué tal si el año que viene hacemos la Pedals
d'Occitania?”. Continuará...
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